La regulación emocional: un enfoque integrador

Ilumina Psicología 

Qué es la emoción

Cuando hablamos de emoción todos sabemos a qué nos referimos, pero tómate un minuto y reflexiona: ¿podrías describir qué es una emoción?

Si lo has intentando, te habrás dado cuenta de que no es tan sencillo. Podemos decir que las emociones son estados internos subjetivos del organismo, tanto fisiológicos como cognitivos, que se producen como respuesta a estímulos internos o externos y que regulan su interacción con el medio, produciendo respuestas de aproximación o evitación [2].

Dentro de esta definición encontramos varios elementos sobre los que reflexionar. En primer lugar se resalta el punto de vista subjetivo de la emoción, que quiere decir que las emociones son experiencias diferentes en distintas personas; es decir, un mismo suceso no tiene por qué causar la misma emoción en dos personas. Además, establece dos componentes de la emoción: los fisiológicos, que tienen que ver con las respuestas orgánicas, como el latido del corazón, el aumento de la sudoración, etc., y los cognitivos, que se refieren a los pensamientos asociados al suceso que ha ocasionado la emoción y a las sensaciones internas del momento. En tercer lugar, la emoción se puede ocasionar ante un acontecimiento exterior, como la alegría ante una película cómica, o interno, como el cosquilleo en el estómago que sentimos cuando recordamos un momento positivo para nosotros. Por último, la definición señala que la emoción nos mueve a la acción; cuando la emoción es agradable tendemos a aproximarnos al estímulo que la ocasiona y cuando es desagradable, a alejarnos.

Qué es la regulación de las emociones

La regulación de las emociones se refiere a “los procesos extrínsecos e intrínsecos responsables de supervisar, evaluar, y modificar las reacciones emocionales, especialmente sus características temporales y su intensidad, para alcanzar las propias metas” [5].

Siguiendo el planteamiento de Thompson, la regulación emocional abarca muy diversos procesos: neurológicos, atencionales, interpretaciones cognitivas, codificación de indicadores psicofisiológicos, selección de estrategias necesarias y de otras alternativas, etc. Para valorar la eficacia de una estrategia de regulación emocional en una situación, siempre tenemos que considerarla en términos funcionales, es decir, es necesario tener en cuenta el nivel de ajuste de dicha estrategia para lograr las metas que persigue una persona en ese contexto.

Las estrategias de regulación emocional son variadas: aunque puede estar relacionada con la sustitución de una determinada emoción por otra (por ejemplo, en una situación en la que un niño es acusado injustamente de algo, podría ser más adaptativo para él sentir ira en lugar de sentir vergüenza), Thompson afirma que ésta tiene que ver principalmente con el ajuste de las características temporales y de la intensidad de una emoción a los aspectos relevantes de un contexto determinado. Por ejemplo, si sentimos un asco intenso hacia las arañas y vemos una en el despacho de nuestro jefe mientras estamos en una reunión importante, regular esta emoción exitosamente tendría que ver con modular la intensidad del asco que sentimos y esperar a expresarlo fuera de la reunión.

No podemos olvidar que la emoción puede ser tanto positiva como negativa y que los problemas de regulación emocional se pueden manifestar con ambos tipos de emociones diferencialmente. Así, hay personas que no son capaces de regular emociones desagradables como el miedo o la ira, que viven intensamente, pero también hay otras que no son capaces de lidiar con emociones consideradas habitualmente como agradables, como la alegría, y las perciben como una sensación que no les gusta y que intentan evitar.

La regulación de las emociones desde el punto de vista neuropsicológico

Actualmente se considera que no existe un circuito cerebral único para el procesamiento de las emociones, sino que este procesamiento tiene una estructura jerárquica, desarrollada a lo largo de la evolución y con estructuras corticales y subcorticales implicadas [2].

En esta línea, los trabajos de LeDoux [3] han determinado la existencia de dos vías de procesamiento emocional que transmiten la información a la amígdala, estructura relacionada con el procesamiento emocional:

  • Una vía subcortical, directa, implícita y rápida, que conecta el tálamo con la amígdala y que realiza evaluaciones globales del significado emocional de los estímulos a nivel inconsciente, cuya utilidad estaría relacionada con las respuestas automáticas ante situaciones de peligro.
  • Una vía cortical, más lenta y explícita, desde el tálamo a distintas regiones corticales sensoriales (donde tiene lugar la percepción consciente) y desde allí a la amígdala (donde se integra la percepción consciente con su significado emocional), que realiza evaluaciones más complejas y se relaciona con la regulación de la respuesta emocional y la modulación del procesamiento subcortical.

Las reacciones fisiológicas automáticas dependen de la vía subcortical y la experiencia emocional consciente de la vía cortical. Por ejemplo, al ver un tigre nuestro sistema nervioso procesaría el estímulo (el tigre) por la vía rápida, enviando información desde el tálamo a la amígdala y codificándolo como situación de peligro. De esta forma y a nivel inconsciente, nuestra respuesta sería probablemente de huida, sin tener que pararnos a valorar cuál es la respuesta más adecuada entre todo el repertorio posible (entre otras cosas porque, si nos tomásemos el tiempo necesario para hacerlo, pondríamos en riesgo nuestra vida). Sin embargo, al enfrentarnos a una situación más compleja, por ejemplo, cuando nos enamoramos, la información se procesa también en la corteza cerebral, evaluando la situación, tomando decisiones [1] y planificando nuestra respuesta.

De este modo, la emoción y la cognición están integradas e interaccionan entre sí: las emociones afectan a procesos cognitivos (memoria, percepción y atención) y viceversa, según muestran distintos estudios con personas sanas y con pacientes con lesiones cerebrales. En situaciones traumáticas parece que esta integración se rompe, quedando disociadas las memorias autobiográficas sensoriales y emocionales inconscientes, procesadas a nivel subcortical (amígdala), y las memorias autobiográficas declarativas conscientes, del nivel cortical (hipocampo). La reparación del trauma mediante técnicas como el EMDR (desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares) tiene por objeto integrar ambas memorias para generar una narrativa coherente.

Los mecanismos para regular las emociones, como se ha señalado anteriormente, son variados y su eficacia se mide según el contexto (un mismo mecanismo no es válido para todas las situaciones). Son de distinto nivel según actuemos sobre el procesamiento subcortical, rápido y directo, o el cortical, más complejo y elaborado.

Para aprender a regular los componentes fisiológicos de la emoción, en la terapia psicológica se suelen entrenar técnicas que estimulan el sistema nervioso parasimpático a través del nervio vago mediante ejercicios de respiración, relajación, mindfulness o técnicas de biofeedback.

La regulación de las emociones desde la vía cortical tiene que ver con el uso del pensamiento para modularlas. En la vida cotidiana utilizamos, con mayor o menor éxito, estrategias como el análisis y reinterpretación de la situación, animarse a uno mismo, conversar con amigos sobre el tema, escribir, el humor, pensar en otras cosas, etc. En psicoterapia se utilizan técnicas como la reestructuración cognitiva, el modelo ABC de Ellis, etc., que pretenden acceder a la emoción a través del pensamiento cuando hay dificultades para regular esta emoción.

La mayoría de las estrategias utilizan las dos vías simultáneamente, aunque una tenga mayor peso que otro, y se considera que estos mecanismos “multipropósito” de regulación emocional son los más efectivos [4].

Es importante no evitar las emociones. Hay que sentirlas, sin olvidar que tienen un principio y un final y que, si las atendemos, terminan pasando. Para estos momentos disponemos de mecanismos que nos ayudan a sobrellevarlas, aunque si la emoción es muy intensa y nos genera mucho malestar o dificulta nuestro funcionamiento en la vida diaria, es posible que necesitemos asesoramiento profesional para aprender a regularla.

Referencias

  1. Damasio, A. (1996). El error de Descartes. Barcelona: Crítica.
  2. Enríquez de Valenzuela, P. (2014). Neurociencia cognitiva. Madrid: Sanz y Torres.
  3. LeDoux, J. (1999) El cerebro emocional. Barcelona: Planeta.
  4. Parkinson, B., y Totterdell, P. (1999). Classifying Affect-regulation Strategies. Cognition and Emotion, 13 (3), 277-303.
  5. Thompson, R.A. (1994). Emotion regulation: A theme in search of definition. Monographs of the Society for Research in Child Development, 59 (2-3), 25-52.

Artículo publicado en http://www.hablemosdeneurociencia.com/la-regulacion-emocional-enfoque-integrador/

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