Rabietas o desbordes emocionales

Hay que tener en cuenta que las famosas “rabietas” son la manifestación de una emoción desbordada que abruma; y ésta puede surgir de la frustración, de la ira, del miedo, de la sobre carga sensorial, etc. que puede estar experimentando un niño, por diferentes razones. En ocasiones podrá estar relacionado con una necesidad básica no cubierta, en otras a que no haya conseguido lograr lo que quería, o lo que hizo no le salió como lo esperaba, o que algo lo irrumpiera y no supiese cómo afrontarlo.  Esta reacción emocional intensa que habitualmente cursa con llantos y gritos, surge en los momentos en que el peque no tiene otra herramienta para expresar y gestionar lo que le sucede en su interior, y por ende no lo está pudiendo manejar de una forma más adaptativa.

Es importante ser conscientes que cuando utilizamos la palabra “rabieta” para describir estos momentos de desborde emocional, no solo estamos usando una etiqueta con connotación negativa, sino que con ella estamos delegando en los niños la responsabilidad de autogestionarlas y salir de ellas; cuando evolutivamente aún no estarían preparados para ello. Mientras que, si las vemos como lo que son, desbordes emocionales, que además son normativos, nuestra mirada cambiará y favorecerá a un mayor entendimiento y empatía cuando un niño atraviese por ellas.

Estos desbordes emocionales deben de leerse también en clave evolutiva, es habitual que aparezcan  antes de los 2 años, que a su vez suele coincidir con el aumento significativo del lenguaje, sus primeras frases, la utilización del yo, a la vez que van desarrollando su autonomía; están en esos momentos que muestran su persistencia en aquello que quieren y desean. Pero a nivel madurativo del cerebro, aún no hay una estructura prefrontal totalmente desarrollada que favorezca la inhibición de conductas desadaptativas y/o disruptivas o de los desbordes emocionales; por consiguiente, difícilmente conseguirán por si solos rebajar la activación emocional e incluso pueden tener dificultad para comprender lo que les sucede en el momento en que la emoción se desborda. Por ello, para su adecuada gestión necesitan de un adulto sensible, que entienda y empatice con su vivencia y proceso; y pueda ayudarles en su regulación emocional e incluso hacer de traductor emocional si fuera necesario.

Aspectos a tener en cuenta en los desbordes emocionales:

  • Prevenir siempre será la mejor herramienta que tendremos a nuestro favor ante un posible desborde emocional. Para ello es importante observar en qué situaciones habitualmente aparecen y qué sucede antes, durante y después; con esta información podremos prevenirlas y manejarlas mucho mejor.
  • Hay que tener en cuenta que pueden aparecer en situación predecibles y limitadas como: la hora de acostarse, dejar de jugar, hora de los deberes, ver cosas que quieren que compremos. A veces el desencadenante será pedirle que haga algo que no le gusta  o que deje de hacer algo divertido. Las estrategias que vienen bien para prevenir desbordes en estas situaciones es que podamos preavisar los cambios de actividad, esto ayuda mucho en los tiempos de transición entre una actividad y otra. Otra estrategia que ayuda es el estructurar actividades que hayamos identificados como problemáticas, se pueden llegar a establecer pasos de aquello que está costando hacer.
  • La educación emocional también ayudará mucho al momento de necesitar disponer de estrategias para afrontar o descargar emociones como el enfado, la frustración, etc.
  • El que los adultos puedan poner en práctica habilidades como sintonizar con la necesidad del peque, informar al niño y ofrecerle alternativas ante momentos difíciles, ayudará a prevenir desbordes emocionales.
  • Asimismo, valorar y/o regular las expectativas sobre la conducta del peque y su edad también ayudarán.

¿Qué podemos hacer durante un desborde emocional?

  • Respira, perder el control no ayuda; es él quien tiene la dificultad de gestionar la emoción, nosotros no, y recuerda que como adulto, tú eres su modelo y su referencia a seguir.
  • Permanece a su lado cuando haya estallado emocionalmente, escucha lo que pasa, sin juzgar ni opinar. Conecta con la empatía para poder entender así no lo compartas.
  • Toma distancia si lo necesitas, y regresa.
  • Resiste a la tentación de terminar el desborde emocional, dando lo que pide o quiere.
  • Cuando empieza puede funcionar el distraer y/o hacer que cambien de escenario o se muevan.
  • Si te lo permite, intenta el contacto físico, eso suele tranquilizar y regular. Si lo rechaza, tan importante es dar espacio cómo estar cerca para evitar que se pueda hacer daño.
  • Cuando haya terminado y esté más sosegado, habla con él, ve que ha sucedido, sé el traductor de sus emociones. Poner palabras a la emoción tiene un efecto calmante

Lilibeth Pinchi Guerrero

Psicóloga sanitaria M-28406

¿Cómo poner límites?

Tanto si ya has escuchado alguna vez sobre poner límites como si no, hoy os traemos un pequeño artículo sobre cómo poner límites en nuestras relaciones, porque sabemos que muchas veces podemos encontrarnos en situaciones en las que no sabemos muy bien cómo actuar o que nos haya hecho sentir incómodos. Y es que, muchas veces, pensamos que poner límites a la familia, poner límites en el trabajo, a nuestras amistades o a nuestra pareja, puede considerarse como egoísta, y, al ponerlos, que aparezca culpa o ansiedad. 

Empecemos por el principio. Lo que entendemos como poner límites en Psicología es comunicar a la persona que tenemos delante – también a grupos de personas – no solo que algo nos ha sentado mal, sino también qué necesitolo que siento. Es, básicamente, establecer una línea imaginaria que no vamos a dejar que sobrepase nadie en lo relacionado con el respeto, el cómo quiero que me traten, que me tengan en cuenta, etc., es decir, establecer relaciones con unas condiciones mínimas de respeto.

Tenemos derecho a cuidarnos y a mirar por nosotros mismos.

¿Para qué sirven los límites? 

Los límites tienen que ver con el autocuidado, con protegernos a nosotros mismos, conocer lo que necesitamos, cómo queremos relacionarnos y que las demás personas se relacionen con nosotros. Es una dinámica sana y muy necesaria para poder sentir que nos respetamos y se nos respeta. 

Además, es una dinámica que nos ayuda a establecer relaciones sanas y fuertes.

Muchas veces nos encontramos en terapia con personas que sufren en sus relaciones porque los demás no les tratan con respeto, no les tienen en cuenta o sienten que se aprovechan de ellos. Los demás no tienen por qué saber que hay algo que han hecho o dicho que nos va a molestar y somos nosotros los responsables de comunicarlo, de poner ese límite.  Sabemos que, al principio, estas conversaciones no son cómodas, pero te aseguramos que tienen muchísimos beneficios.  

¿Por qué me cuesta poner límites?

Seguramente no haya una única causa del por qué me cuesta poner límites. Las más habituales tienen mucho que ver con el miedo al rechazo, con la creencia que tengo yo sobre las consecuencias a ponerlos – que la persona se enfade y me deje de hablar, que me dejen de lado, etc. — con el miedo a quedarnos solos, o que nos pongan la etiqueta de bordes, por ejemplo. Pero hay una razón principal por la que no suelo ponerlos y es porque no sé lo que necesito, no sé lo que quiero. 

¿Todos los límites son igual de rígidos? 

No, no todos los límites son igual de estrictos. Vamos a ver qué tipos hay:

  • Límites rígidos. Son aquellos que no estoy dispuesto a saltarme ni a que nadie se salte. Tienen que ver con lo que cada uno de nosotros considera una mayor falta de respeto. Son inamovibles y constantes. 

Un ejemplo de límite rígido podría ser: no tolero que ninguna persona – mi pareja, algún familiar, amigos o desconocidos – me insulte.

  • Límites flexibles. Son los que pueden variar dependiendo de la situación y el contexto que tenemos delante.

Un ejemplo de este tipo de límites podría ser: le he contado algo que me ha pasado vergonzoso, pero que me resulta gracioso, a un amigo/pareja/familiar y, después de haberme escuchado con empatía y haber atendido a cómo me siento, surge una situación en la que se me puede recordar, desde una burla amistosa, sin maldad. En esta situación, quizás, no me importe que se bromee con el tema, pero en otro momento – o incluso viniendo de otra persona—puede no parecerme apropiado e, incluso, atentar contra mi seguridad o mi estado de ánimo. En este caso, en un primer momento puede no importarme, pero si vuelve a ocurrir o siento que es repetitivo, es importante parar y comunicar que es algo que no me está resultando gracioso y pedir, por favor, que no lo vuelva a repetir.

¿Qué puedo hacer para empezar a ponerlos?

  1. Reconoce tus propios límites. Aquellas conductas, frases y/o trato que no estás dispuesto a tolerar. Aquí, si volvemos al principio del texto, hacemos referencia a la importancia de conocer nuestras necesidades, lo que queremos, lo que nos viene bien. Conlleva un trabajo personal de reflexión y autoconocimiento. 
  • Comunícalos de forma clara.  
  • Aprender a decir “no”.  En este punto tenemos que entrar también a reconocer nuestras propias creencias y el miedo que nos surge a la idea de decir “no”. 

Igualmente, también tenemos que trabajar nuestras creencias y aprendizajes sobre las veces que nos han dicho a nosotros mismos “no”.

  • Sé constante. Muchas veces, sobre todo al principio de empezar a poner límites, nos va a costar mantenernos firmes en lo que hemos comunicado y las necesidades que hemos plantado sobre la mesa. No dudes de tu límite. Es algo que has elegido tú mismo y que es protector y cuidador contigo. Mantén claro y firme lo que has comunicado y lo que has propuesto.

Es importante también trabajar mis creencias sobre decir “no”, pero también mis creencias sobre que me digan a mí que “no”.            

Si necesitas ayuda, no dudes en contactarnos: info@iluminapsicologia.com

Marta Gómez Carballo

Psicóloga colegiada M-36204

Padres e hijos

PADRES E HIJOS: EL PODER DE LAS EXPECTATIVAS

Cómo la mirada de los padres influye en la autoestima de sus hijos

¿Sabías que la imagen que tienes de tu hijo puede tener un impacto en cómo se ve a sí mismo?

Cuando piensas que tu hijo es vago por no hacer los deberes y se lo comunicas constantemente de formas como “eres vago”, “eres un desastre”…,  es muy probable que, en vez de fomentar que sea más responsable, consigas que interiorice esa creencia y se comporte de manera que la confirme. Es decir, que piense: “soy un vago, entonces me comporto como tal”.

¿Por qué ocurre esto? La manera en la que nos percibimos está influenciada en gran medida por lo que nos transmiten los demás sobre cómo somos. Esto está relacionado con un fenómeno conocido en Psicología como el Efecto Pigmalión. Habla sobre la influencia que tienen las expectativas de una persona sobre el desempeño de otra.  

Transmitirle a otro reiteradamente que es de cierta forma, contribuye a que se lo crea y, por tanto, actúe en consecuencia. De esta manera, esa expectativa acaba por volverse cierta, ocurriendo lo que se llama una profecía autocumplida. “¿Para qué esforzarse en cambiar, si soy así?”

Si le dices que es distante, no mostrará afecto. 

Si le dices que es desordenado, no recogerá su habitación.

Si le dices que es una mala persona, se comportará como tal. 

¿Qué crees que puede pasar si oye constantemente que es capaz?

Efectivamente, el efecto Pigmalión puede tener repercusiones positivas. Cuando se tienen expectativas positivas y realistas sobre alguien y se transmite confianza en su potencial y capacidades, esa persona creerá más en sí misma y será más propensa a esforzarse por confirmar esa creencia. 

¿Qué puede ayudar?

Reforzar positivamente, mediante elogios, cada vez que aparezca esa conducta que deseamos que se repita con mayor frecuencia. 

Diferenciar entre conducta (lo que hace) e identidad (lo que es). Se trata de corregir conductas inapropiadas, sin utilizar etiquetas negativas. De esta manera, el mensaje que recibe es que independiente de cómo es, puede cambiar su conducta. 

Es normal que puedan escaparse muchas veces estas frases negativas del tipo “eres”. Lo importante es ser consciente de ello para poder cambiarlo.

Recuerda, los mensajes que reciben los niños desde pequeños sientan las bases de su autoestima. Tu lenguaje tiene un poder muy potente. Al ser cuidadoso en la manera de hablar a tu hijo, estarás cultivando en él una mayor confianza sobre sí mismo.

Si necesitas ayuda, no dudes en contactarnos: info@iluminapsicologia.com

Maria Gabriela Palma 

Psicóloga colegiada M-40285

¿Soy un buen padre?

En la licenciatura/grado de Psicología y en otras afines nos enseñan teorías relacionadas con la crianza, como lo importante que es el primer año de vida del niño y el contacto con sus padres y cómo eso puede afectar en su desarrollo futuro. Pero, ¿estamos preparados para ser padres en la sociedad actual? ¿Sabemos ser un “buen padre o madre”? He de reconocer que yo soy la primera que he de contestar que no. A pesar de ser psicóloga y conocer recursos, las emociones que tenemos vinculadas a los hijos, no facilitan que seamos “asépticos” y hagamos lo que se supone que debemos hacer respecto a su educación, generándonos mucha inseguridad y ansiedad, planteándonos un continuo conflicto acerca de la educación de nuestros hijos, ya que queremos hijos independientes, responsables, con autoestima, pero también pretendemos controlar el uso correcto de su tablet, móvil, los deberes y que, además, nos hagan caso y, por supuesto, nos quieran. 

¿Existen recetas para educar? ¿Cómo conjugamos teoría y práctica?

Los padres son agentes de cambio ya que en la relación con sus hijos les enseñan estrategias para promover su salud, prevenir y solucionar problemas de comportamiento y facilitarles la socialización.

La familia es el primer y más importante contexto social, cultural e interpersonal que tiene nuestros hijos. Las relaciones familiares, por este motivo, se pueden convertir en un factor de riesgo si están deterioradas, mientras que, si son positivas, se pueden convertir en un factor de protección dada la sociedad cambiante en la que vivimos en la que todo se produce rápido y, lo que ahora nos sirve, dentro de un minuto ya no. 

Los padres tienen que procurar que la relación con sus hijos se produzca dentro del rol del cuidador en el que se cumplan las siguientes características:

  • Una familia segura y comprometida: fomentaremos un ambiente que ofrezca oportunidades para jugar, dialogar, equivocarse y experimentar.
  • Aprendizaje familiar positivo: Padres y madres pueden responder de forma positiva y constructiva en las interacciones con los hijos. De este modo facilitarán que sus hijos generen la solución para sus problemas. ¿Cómo? Descomponiendo sus habilidades complejas en pasos más sencillos como, por ejemplo: “Pregunta”, “Di”, “Actúa”
  • Utilizar la disciplina asertiva: esta disciplina es menos coercitiva y más eficaz usando: límites, responsabilidades, normas, reglas básicas, hacer peticiones, tiempo de reflexión, etc. O como decía mi madre: “dos no discuten si uno no quiere”.
  • Promover expectativas realistas: los padres han de explorar cuáles son las creencias y suposiciones que tienen sobre el comportamiento de sus hijos.  Qué esperan evolutivamente en el desarrollo de sus hijos y qué se desvía de lo considerado “normal”.
  • A de Autocuidado: Sí, habéis leído bien. Los padres y madres por el hecho de serlo no dejamos de ser personas con inquietudes e intereses. La educación que ejercemos los padres sobre nuestros hijos está directamente influenciada por factores que inciden en nuestra autoestima, eficacia, y sensación de bienestar y se conecta en las interacciones con nuestros hijos. No vamos a reaccionar igual ante una rabieta de nuestro hijo si hemos tenido un buen día de trabajo o si nuestro día ha sido un desastre, por ejemplo.  Es importante que los padres y madres dediquen un tiempo a conversar, a explorar lo que les gusta como personas, aprender a regular sus emociones y seguir cultivándose independientemente de sus hijos. Y prevenir, mediante el uso de estrategias adecuadas, el afrontamiento del estrés, la ansiedad o la ira.

María José Rebollo

Psicóloga colegiada M-14839

Mente, cuerpo y emociones. Ilumina psicología

El cuerpo como herramienta de autoconocimiento

La mente y las emociones.

‘’El cuerpo lleva la cuenta’’ escribe Bessel Van Der Kolk. Acostumbrados a no escuchar a nuestro cuerpo, ya sea por miedo, por falta de educación sobre el mismo, o porque creemos que mente y cuerpo son dos aspectos separados, acabamos generando interferencias sobre este que no permiten la adecuada regulación de nuestro organismo, o lo que es lo mismo, vivirnos de forma completa y plena. 

Tendemos a controlar nuestro cuerpo, evitamos la ansiedad y las emociones que nos resultan frustrantes, en vez de parar, escuchar y transitarlas. Simplemente con estos tres movimientos las sensaciones corporales desagradables disminuyen o se alivian, solo con ponerse en contacto con ellas. 

Además, el cuerpo, a diferencia de la cabeza, no miente, y tiene memoria. Las experiencias vividas a lo largo de los años se quedan almacenadas en nuestra memoria corporal, son reactivadas por situaciones que guardan similitud con lo ya vivido y se hacen presentes en el cuerpo en forma de síntomas físicos. 

¿Qué consecuencias tiene no prestar atención al cuerpo?

Para empezar, la pérdida de información sobre lo que nos ocurre. También, el mantenimiento de aquello que se nos despierta en el cuerpo, esos síntomas físicos, como por ejemplo la ansiedad, el insomnio, problemas gastrointestinales, cutáneos, o simplemente sufrir de amigdalitis. 

¿Qué sentido puede tener la aparición de estos síntomas en mi cuerpo?

Tomando como ejemplo los problemas de faringitis o amigdalitis, podemos parar a revisar qué hacemos nosotros con nuestra garganta. ¿Cuándo siento ganas de llorar me permito hacerlo, o por el contrario contengo ese nudo que se me despierta en la garganta? ¿Puedo darme cuenta de que mi cuerpo me está diciendo que hay algo que necesito expresar, o rápidamente corto la emoción dejando a mi cuerpo dolorido? ¿Paro a escuchar a mi cuerpo y lo que se me está despertando en él? 

Ejercicios para escuchar al cuerpo: 

  1. Parar, respirar y entrar en contacto con nuestra respiración. Darnos cuenta de si es tranquila o agitada, de si la siento fluida o, por el contrario, noto cómo se me interrumpe. 
  2. Parar a escuchar las distintas partes de mi cuerpo, mi pecho, mi estómago, mis hombros, mi espalda… y preguntarme: ¿Noto tensión en alguna de las partes de mi cuerpo? Y si la siento, ¿Cómo es esa tensión, ¿qué forma tiene, y qué sensación me produce? 
  3. Terminar preguntándome, ¿para qué siento este nudo en la garganta, esta bola caliente en el estómago o el hielo en mi pecho? ¿Qué me está queriendo decir mi cuerpo?

Afortunadamente tenemos la oportunidad de entrenarnos en la escucha al cuerpo a través de la terapia, practicando con nuestro terapeuta estas preguntas y así devolver a nuestro cuerpo el lugar que merece. Si quieres hacer terapia con nosotros y contactar con tu cuerpo y tus emociones, escríbenos a info@iluminapsicologia.com o ponte en contacto con nosotros aquí.

Laura Villa Manzano

Psicóloga colegiada M-36481

“SOLO QUIERO LLORAR, ME SIENTO TRISTE»

Cómo nos afecta el Blue Monday, el día más triste del año

Navidad, esa época mágica, llena de felicidad, momentos en familia con reencuentros emocionantes y donde los sueños se hacen realidad.

¿Te suena de algo?

Pues déjame decirte que la realidad de las Navidades es otra muy diferente. Suele ser una época de mucho estrés y excesos: regalos, comida, organización, compromisos sociales… Hay personas que no tienen buenas relaciones familiares, otras que tienen a una persona cercana padeciendo una enfermedad y otras están viviendo por primera vez las consecuencias de las sillas vacías. Es una época donde la ausencia, el dolor y el conflicto se hacen notables y esto puede generar mucha discrepancia con la expectativa inicial, con lo que nos han enseñado que tiene que ser la Navidad.

Por añadidura, llega el fin de año y la entrada del nuevo, donde nos bombardean a objetivos y propósitos para cumplir, “año nuevo vida nueva”. Cuando la realidad es que es muy difícil cambiar una vida entera en un día. Todo esto es un cocktail que puede hacerte sentir enfadado, frustrado, solo, triste o con muchas ganas de llorar. De aquí que exista el famoso “Blue Monday”, o el día más triste del año. 

La tristeza es una emoción importantísima para el ser humano (todas lo son), esta nos ayuda a aceptar las pérdidas y poder seguir vinculándonos de manera adaptativa con la vida y con las personas a nuestro alrededor. La pérdida puede ser de una persona, de un trabajo, de una mascota o también al ver que unas expectativas que nos habíamos propuesto no se van a cumplir. 

La tristeza es como un bálsamo para las heridas, quizá cuando te lo eches pueda doler un poco, pero hará que cicatricen con mayor brevedad y luego te ayudará a recordar esa situación dolorosa con un tinte positivo. Por eso, esta entrada de blog no va destinada a que evites esos sentimientos o sensaciones negativas, mi recomendación es que dediques tu energía a abrazarla, sentirla y gestionarla. Es una oportunidad muy buena para aceptar la tristeza y aprender de ella. 

Aquí te dejo unas pequeñas recomendaciones para ayudarte a afrontar mejor esta época:

  1. Pon el foco en ti. Antes de dejarte llevar por esa foto en Instagram de tu compañero de trabajo en el viaje de su vida a Maldivas por Navidad, te invito a que te centres en tu vida, en esos pequeños logros y alegrías tuyas del día a día. 
  2. Fomenta la paciencia contigo mismo. Después de una época de excesos, el cuerpo necesita un tiempo para que, de forma natural, vuelva a los niveles anteriores. No hace falta hacer ningún esfuerzo extra. 
  3. También fomenta la compasión hacia ti mismo. Está súper bien proponerse retos o metas para motivarte, pero esto no implica que tengas que cumplirlos a raja tabla, recuerda que cada persona es un mundo. 
  4. Descubre una manera de exteriorizar esas emociones. Puede ser de manera artística, escribiendo o hablando con una persona que sabes que te escucha o la mejor forma de sacar la tristeza: llorar.
  5. Ratitos de soledad, ratitos en compañía. Aceptar la tristeza no implica aislarte del mundo, por ello son tan importantes los ratos de reflexión en solitario como rodearte de personas de confianza. Si te sientes solo o triste, permítete sentir esas emociones y después busca pasar momentos sociales de calidad.

Y sobre todo, recalco, cada persona es un mundo e incluso estas recomendaciones no tienen por qué ser para ti.

A veces la tristeza es una emoción que puede generar mucho miedo y no es tan fácil como parece gestionarla. Si ese es tu caso, y te sientes triste y sola, aquí estamos para acompañarte si lo necesitas: info@iluminapsicologia.com

Esther Gutiérrez Marín

Psicóloga colegiada M-35373

solo quiero llorar me siento triste y solo

EL MUNDO ESTÁ LLENO DE IMPOSTORES (Sobre el síndrome del impostor)

El mundo está lleno de impostores. No, no me refiero a los que adoptan las apariencias de otra persona a lo Jim y Dwight de The Office. Tampoco hablo de las personas disfrazadas en los carnavales de Venecia o de los que jugaban al Among Us durante la pandemia. Los impostores modernos están en todos sitios, dentro de la cultura popular y dentro de cada uno de nosotros. Sin darnos cuenta, nos encontramos en una trama en la que los protagonistas se sienten como intrusos en el escenario de sus propias vidas.

Expliquémoslo en forma de obra:

Acto I. La odisea del supermercado

Nuestro protagonista Mike, un comprador promedio, camina por los pasillos del supermercado con un carrito lleno de decisiones cuestionables. Pero, de repente, se siente observado. ¿Realmente merece comprar aguacates si no sabe elegir los maduros?

En esta tragicomedia, la risa surge cuando el protagonista se ve atrapado en un debate interno sobre su capacidad para elegir frutas. Las risas resuenan en la audiencia, identificándose con sus propias experiencias de comprar como si fueran expertos culinarios.

Fin del primer acto.

Entendiendo el síndrome del impostor

Quizás hay momentos en los que tú, al igual que Mike, te sientes un fraude. En tu trabajo, en tus estudios, en tus obligaciones. Si lo paras a pensar fríamente, existen evidencias de que reúnes todos los requisitos para desempeñar la tarea en cuestión. Pero tú sigues creyendo lo contrario. ¿Te pasa? 

El término “síndrome del impostor” se materializó en 1978, cuando Pauline Clance y Suzanne Imes publicaron su libro “The Impostor Phenomenon in High Achieving Women: Dynamics and Therapeutic Intervention”. Según estas autoras, se trata de un fenómeno psicológico caracterizado por la incapacidad para internalizar los logros y por el temor persistente a ser catalogado como un fraude.

¿Cómo salimos de aquí? Continuemos con el segundo acto de nuestra obra:

Acto II. La gran revelación

Mike se encuentra en casa de su amiga Kelly preparando una cena mexicana exquisita. Han traído margaritas, han decorado el salón para la ocasión y han puesto a todo trapo los grandes éxitos de Luis Miguel. Y por supuesto, no puede faltar el guacamole. “Ya me encargo yo”, le dice a su amiga. Abre la nevera, y no es hasta que abre una de las frutas que se da cuenta de que uno de estos aguacates que ha comprado su amiga está inmaduro. 

Un torbellino de emociones recorre la mente de Mike acordándose de ese día lluvioso, de ese martes grisáceo en el Mercadona. Le entran sudores fríos, su corazón se acelera, y le tiemblan las manos de solamente recordar ese momento embarazoso pensando que todos le miraban recoger el aguacate equivocado. Siguiendo los consejos de su coach, intenta dejar este malestar pase. Deja pasar un momento; dos; tres…

Y llegó. La serenidad. La gran revelación: ¡Kelly también se equivoca eligiendo aguacates! 

Quizás Mike no está tan solo en este mundo como pensaba. Quizás todos estamos improvisando en la misma obra caótica y sin sentido. Y eso está bien.

Porque de nuevo, el mundo está lleno de impostores.

Y así, Mike y Kelly comieron un guacamole con algunos tropezones. 

Fin de la obra.

Si sientes que el síndrome del impostor está gobernando tu vida, no dudes en pedir ayuda: info@iluminapsicologia.com

Daniel Rodríguez Flys

Psicólogo colegiado M-35314

¿CÓMO GESTIONAR EL MIEDO EN LOS NIÑOS/AS?

Antes de empezar, comentaremos brevemente sobre las emociones. Hay dos grandes categorías para diferenciar las emociones: emociones primarias o básicas y emociones secundarias o complejas

En este caso, nos vamos a centrar en las emociones básicas (como las que podemos encontrar en la peli INSIDE OUT) que son emociones universales—da igual de qué cultura, país, religión, etcétera seas, porque están presentes en todos los humanos—e incluso en los animales, ya que son las emociones que nos ayudan a sobrevivir y adaptarnos al entorno, además de favorecer relaciones sociales—por eso también son adaptativas y nacemos con ellas. Las emociones básicas son cinco: alegría, tristeza, ira, miedo, asco.

El miedo es una emoción que nos ayuda a la supervivencia, es decir, es lo que nos protege de asomarnos mucho a un precipicio. De esta misma forma, el miedo es una emoción que toma mucho protagonismo desde los dos años aproximadamente, que es cuando los niños empiezan a explorar el mundo que les rodea y a desarrollar el pensamiento abstracto. Es común que surjan miedos a la oscuridad, a la muerte, a monstruos, etc., y es por esto por lo que el post de hoy va sobre cómo gestionar el miedo en los niños/as.

Muchas veces, cuando un niño/a nos comparte que tiene miedo a algo, tendemos a atajarlo desde un punto de vista más racional, olvidándonos de que el miedo es completamente emocional, por lo que “no estamos hablando el mismo lenguaje”. Aquí os damos unas claves para poder acompañar emocionalmente a un niño/a:

  • Validar su emoción. Nosotros también hemos sido niños y hemos vivido e imaginado cosas que no entendemos y que nos han podido asustar, aunque ahora desde la adultez no consideremos que tiene mucha importancia o incluso peligro real. Hazle saber al niño/a que le entiendes, le escuchas y que estas disponible para ayudarle. 

  • Dedícale un espacio y un tiempo para poder hablar de aquello que le asusta y de cómo se siente, todas las veces que lo necesite. Nosotros somos las figuras de seguridad de ellos y es muy importante que crezcan sabiendo que estamos disponibles para ellos y que pueden contar con nosotros cuando lo necesiten. 

  • Trabaja la regulación emocional, tanto la tuya propia como la de los más peques. Cuando somos pequeños dependemos de las figuras de referencia/seguridad que tenemos a nuestro alrededor, ya no solo para las necesidades básicas como alimentación, higiene, etc., sino también para la regulación emocional, puesto que nosotros aprendemos a regularnos desde estas personas referencia (hetero-regulación) y desde ahí aprendemos a auto-regularnos. ¿Cómo crees que te puedes sentir si le cuentas un miedo o inseguridad tuya a tu pareja, madre, padre, hermano/a, y ellos reaccionasen de manera exagerada, catastrofista  o desde la indiferencia?

  • Hablar de las consecuencias que piense que trae ese miedo y aterricemos en la realidad. Es cierto que el miedo utiliza un “lenguaje emocional” pero igualmente los miedos tienden a ser irracionales, por lo que un tip que puede ayudar mucho es “ponernos en la realidad” para calmar y trabajar las consecuencias que este se imagine con el miedo. 

  • Si lo trabajamos desde el juego, una herramienta que les gusta mucho a los más peques, podemos organizar un “plan de ataque” juntos contra ese miedo. Esta es una etapa más creativa con la que podéis pasar tiempo juntos y divertiros. Por ejemplo,  poner una lucecita para dormir, utilizar un peluche/juguete que para ellos sea protector, dibujar el miedo y ponerle una forma, un color, un nombre e identificar sus puntos débiles.

No dudes en pedir ayuda si no puedes solo: info@iluminapsicologia.com

Marta Gómez Carballo

Psicóloga colegiada M-36204

TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN

 ¿Qué es la frustración? Si buscamos en el diccionario nos salen dos definiciones:

1. La imposibilidad de satisfacer una necesidad o un deseo;

2. Un sentimiento de tristeza, decepción y desilusión que esta imposibilidad provoca. 

Es por esto que la frustración, como tal, no es una emoción por sí misma, sino que es un conjunto de emociones desagradables – que no negativas – donde podemos encontrar  tristeza, ansiedad, ira,  asco o, incluso, miedo. De todos modos, aunque lo que experimentamos cuando sentimos frustración sea desagradable para nosotros, sentir frustración es sano, puesto que todas las emociones que sentimos tienen un para qué y nos ayudan a adaptarnos a nuestro entorno. Se convierte en un problema cuando no sabemos gestionarla y dejamos que nos controle, por eso, en el post de hoy hablamos de la tolerancia a la frustración.

La frustración es un conjunto de emociones que experimentamos desde que somos pequeños – por ejemplo cuando pedimos algo y nos dicen “no” – y a lo largo de toda nuestra vida – cuando, por ejemplo, no nos sale lo que teníamos planeado. Está relacionada con la gestión de las emociones y la interpretación de lo que nos pasa.

Y ahora te preguntarás, ¿qué puedo hacer para aumentar la tolerancia? 

  1. Ponte metas y objetivos realistas: muchas veces la frustración puede surgir porque nos marcamos metas que son, prácticamente, inalcanzables y no llegamos a cumplir las expectativas que tenemos.
  2. Divide el camino hasta la meta en pequeños pasos: ayudará a que  las expectativas sean más realistas y podamos ir avanzando poco a poco en el proyecto sin saturarnos y cumpliendo objetivos.
  3. Reconoce los errores y los pensamientos dañinos: muchas veces nosotros mismos somos nuestro peor enemigo y nuestros mayores críticos. No dejes que los pensamientos negativos sobre ti mismo/misma te dominen.
  4. Ten flexibilidad durante el proceso: es normal que surjan imprevistos que puedan bloquearnos.

Si eres padre o madre y te cuesta gestionar tu frustración, lo más probable es que te sea difícil acompañar emocionalmente a tus hijos cuando tengan rabietas, enfados o cuando las cosas no sean como ellos esperan. 

Próximamente publicaremos otro post enfocado a ayudar a los niños a gestionar su frustración aunque, no olvides que, lo más importante es que sepas gestionar la tuya propia. 

No dudes en pedir ayuda si no puedes solo: info@iluminapsicologia.com

Marta Gómez Carballo

Psicóloga colegiada M-36204

Cuídate para lo que viene

Porque cuando atravesamos una situación difícil, nos ponemos en modo supervivencia y vamos aguantando. Y, sin embargo, cuando pasa nos viene todo encima, nos quedamos sin energía, nos da «el bajón».

Y, cuando la pandemia y lo que conlleva pase, no sabemos si todos los momentos difíciles de tantos meses nos van a pesar y aplastar y, por si esto nos pasa, quiero que te cuides, que te prepares, que tengas herramientas.

Y que, ahora, mientras esto dura, no aguantes porque «puedes con todo».

Quiero que te observes, que detectes lo que necesitas, que mimes tus pensamientos y atiendas tus emociones.

Que sepamos ver lo duro de la situación que estamos viviendo. Todos. Que no todo son terrazas y fiestas clandestinas. Que por dentro nos pasan muchas cosas.

Y, por eso, quiero que te cuides para lo que está, y para lo que viene.

Ilumina Psicología